Barrio arqueológico
de obradores
La población medieval de Manises se situó sobre una elevación que dominaba desde el sur el cauce del río Turia. En ese punto existía un vado que permitía la comunicación con la población de Paterna, situada en posición dominante al norte del cauce. Ambas poblaciones pertenecían, desde 1237, al señorío de Paterna, ostentado entonces por los descendientes de Artal de Luna. En 1304, Lope Ferrenc de Luna vendió la alquería de Manizes a Pedro Boil, fundador de la nueva saga que desde entonces ostentó el señorío local. En ese mismo año se manifiesta el interés del nuevo señor de Manises por la producción de cerámica, ya que tras un litigio de lindes con el señorío de Ribarroja del Túria se dictamina que corresponde a Manises la partida denominada Cabeços d’Alhetx, «hon es la terra de les alcolles», es decir, la que se usaba para fabricar los cántaros.
La noticia permite sugerir que ya existía una producción ceramica local y que el nuevo señor deseaba continuarla. Las alfarerías medievales debían estar situadas en la zona habitada, pero la concentración poblacional pronto debió exigir el traslado de los talleres hacia zonas más abiertas al precisar éstos espacios que permitieran intensificar su actividad y eludir los problemas que ello podía ocasionar en la zona poblada, tanto por el mayor trasiego de combustibles y materias primas, como por las necesarias eras para su procesado, también la necesidad de proveer a los talleres con un adecuado suministro de agua, para facilitar el trasporte de los productos elaborados y, finalmente, para evitar las molestias causadas a la población por la actividad y en especial por los humos. Por ello, en la primera mitad del siglo XIV, debió ya ocuparse con algunos talleres la zona que hoy conocemos como «Barri dels Obradors», un espacio que ha concentrado gran parte de la actividad de producción cerámica de Manises durante casi ocho siglos. Se encuentra al este de la población, más allá del muro que protegía la población en el siglo XV, limitado al norte por la acequia de Quart-Benàger-Faitanar, al sur por el camino de Manises hacia Quart de Poblet y València y al este por el barranco del Salt de l’Aigua.
Las evidencias arqueológicas localizadas en el propio barrio demuestran la fabricación de cerámica y el acarreo de materias primas, como las margas miocénicas de la cantera de los Cabeços d’Alhetx o las arcillas del Pla de Quart, desde la primera mitad del siglo XIV.
Los primeros talleres debieron situarse próximos al curso de agua de la acequia de Quart de la que se tomaba el agua necesaria para los talleres. La cerámica más antigua localizada hasta el momento son lozas, platos, escudillas y jarras, decoradas en verde y negro sobre fondo blanco o dorada de reflejo metálico de estilo malagueño primitivo y, en menor cantidad, alfarería bozcochada y pintada con óxido de manganeso.
La presencia de las evidencias de fabricación de estas lozas se extiende en todo el barrio, por lo que debemos interpretar que las alfarerías pronto se diseminaron por toda el área. De hecho el barrio se puede considerar un tell arqueológico que conserva evidencias de todo lo fabricado a lo largo de los siglos, hasta incluso producciones del siglo XX anteriores a la puesta en marcha de los actuales vertederos industriales controlados. Ello ha sido evidenciado en excavaciones practicadas en el solar de la antigua fábrica Palés, en los de la calle València nos. 17 y 25, en la calle Fábricas 1 y en algunos otros solares. Se conserva cartografía histórica del barrio, entre ellas el «Plan du siege de Valence en janvier 1812» realizado por las tropas del general francés Luis G. Suchet, el plano de València de Cristòfol Sales de 1821, el plano realizado para la construcción del acueducto de aguas potables de València en 1845 o el del Estado Mayor del Ejército de 1883. Vemos en ellos que los actuales viales eran zonas de paso entre talleres, exceptuando las calles Santa Justa y Rufina y Fábricas ya entonces con un urbanismo compacto, y que existían varios espacios abiertos y patios usados como áreas de trabajo para tratar las arcillas. La documentación cartográfica y la fotografía aérea posterior permiten ver que la mayor densidad de talleres se alcanzó con el tiempo, ya en el siglo XX. La película documental «Reflejos de Manises», dirigida por Alfredo Fraile, con guión de Francisco Almela y Vives y producción de Cifesa en 1940, y el estudio del profesor Vicente Rosselló Verger «Manises, ciudad de la cerámica. Estudio de Geografía Humana» (1960), trazan un extraordinario y vívido panorama de la actividad del barrio de mediados del siglo XX.
En el barrio se mantienen testimonios materiales de su historia industrial como la propia acequia, galerías de desagüe del siglo XVIII de la fábrica Miramar, fábricas reutilizadas en la calle Fábricas nº 7 y Obradors, nº 11, un horno moruno completo y las calderas de otros muchos en la calle Fábricas 1, la casa del ceramista Antonio Bosch con revestimientos cerámicos en la calle Obradors 3, el taller Domanises en la misma calle, la alfarería «La Cerámica Valenciana» de la familia Gimeno y su colección histórica, así como la sede de AVEC-Gremio, éstos tres últimos manteniendo la plena actividad.
Jaume Coll Conesa